La paràbola de Levin i Serguei.



Kostantin Levin es uno de los personajes principales de Anna Karenina, además de mi favorito. Me entusiasmaba cada vez que aparecía en escena. A lo largo de la obra, León Tolstói forja un personaje complejo, contradictorio y verosímil. Levin es tosco, torpe en sociedad y políticamente incorrecto pero inteligente, trabajador y recto. Para escándalo de la alta sociedad moscovita, vive en el campo y goza administrando sus terrenos, pese a que un hombre de su posición no debería distraerse con intereses tan mundanos. En su día a día, Levin importa herramientas modernas, inspecciona el regadío, selecciona los cultivos, supervisa la siembra y llega a participar, hoz en mano, en la siega. Gracias a ello, frecuenta a campesinos y administradores con cercanía y profundidad.
Un verano, su hermanastro mayor, Serguéi Ivánovich, le visita en la hacienda familiar. En muchos sentidos, es la antítesis de Levin. Serguéi es un escritor aclamado en toda Rusia y una estrella rutilante en tertulias y fiestas, urbanita, confiado y lúcido. A Levin le complace la compañía de su hermanastro, pero le cuesta tolerar su visión y actitud hacia el campesinado. Como liberal orgulloso, Serguéi profesa la mejor de las opiniones acerca del “pueblo”. Apenas conoce a quienes elogia, pero eso no es problema. El escritor es un hombre brillante, excepcionalmente dotado para el pensamiento lógico, y es por lo tanto capaz de armar un teoría rica y plausible sobre el mundo rural. Después, aprovecha conversaciones puntuales con campesinos para dotarse de anécdotas que refrenden sus ideas. 
Contrariamente a su hermanastro, Levin es incapaz de defender una visión global y definitiva del campesinado. En parte, esto se debe a que el campo es su vida. Conoce a tantos campesinos tan a fondo que es incapaz de simplificar y esquematizar su carácter. En palabras del narrador, para él «afirmar que conocía al pueblo equivaldría a decir que conocía a todos los hombres». Abierto de mente y dubitativo, Levin va «modificando sus juicios anteriores y formándose otros nuevos». Esta predisposición enturbia su discurso y le hace entrar en contradicciones, conduciéndole a la derrota siempre que debate con su hermano. Por lo tanto, el informado pero disperso Levin pasa por un ignorante mientras que Serguéi, el verdadero ignorante, aparenta sabiduría. 
Pablo Peña Corrales, ¿Qué te haría cambiar de opinión?, La Grieta 07/05/2018

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