Com fer front a les nostres limitacions cognitives.




Explicaba en clase la fragilidad de la racionalidad humana, el difícil equilibrio de la mente y el cuerpo entre la acción y el deseo, entre las condiciones de vida y los yoes imaginarios a los que nos acogemos para soportar la realidad. Hablaba de los sesgos, los mecanismos mentales y la endeblez humana que se manifiesta en la opacidad y la dificultad de autoconocimiento o la debilidad de la voluntad. Sostenía que nuestra identidad se encuentra muy alejada de las descripciones ideales del yo que encontramos en la filosofía, y de cómo el moralismo puede producir normas de imposible cumplimiento, aumentando así los ejercicios de autoengaño, de mala fe o simplemente, generando hipocresía social. Lo cierto, comentaba, es que somos así, y en lo que consiste nuestra racionalidad, a escala humana y no divina, es en hacernos cargo de la realidad contando con nuestros túneles temperamentales, bordeando siempre el desequilibrio, la ansiedad, la depresión, la anomia o, peor aún, la euforia del insolente.


Me preguntaba, y trasladaba la cuestión a la clase, si todas estas formas en las que se expresa la extraña historia de la mente en la sociedad, derivada de una interacción a la vez intensa y frágil entre lo cognitivo y lo emotivo, si eso nos vuelve irracionales, o debemos pensarnos como defectuosos de fábrica o algo similar. Mi opinión era la contraria. Nuestro cuerpo, la mente y la sociedad han sido construidos por la evolución o la historia, en trayectorias erráticas, y así es como somos. El problema, sostenía, es cuando se aprovechan nuestras debilidades para producir dominio, desigualdad o, últimamente, mercancía. La publicidad, ejemplificaba, vive de convertir en negocio el "wishful thinking", el modo de articularse nuestros juicios sobre la realidad sobre la intensidad de nuestros deseos; el poder vive del fenómeno del decaimiento de la voluntad, el denominado efecto de las "uvas verdes", por la fábula de La zorra y las uvas, que decidió que en realidad no le gustaban las uvas de difícil acceso. El poder, decía, aprovecha el efecto para generar la convicción de que cambiar de forma de organización social es extremadamente difícil, produciendo así el decaimiento del deseo de hacerlo.



Explicaba también cómo esta sociedad de la industria de la felicidad ha construido un inmenso negocio sobre el sufrimiento humano a través de las franquicias de la autoayuda, las empresas del capital erótico y el mercado de la wellness y el coaching. Entonces me interpeló irritada una alumna. "Todo eso está muy bien -dijo- pero a mucha gente le ayudan esas cosas".  Mi respuesta rápida fue que sí, que tenía razón, que donde yo encontraba el problema era en las bases sobre las que se sostenía la industria de la felicidad, que era la adición que producía el hacer creer que la solución estaba dentro de uno cuando la causa era externa, y que esa impotencia era la base del negocio. No la convencí, ni yo mismo estaba muy convencido de la respuesta, por lo que vuelvo a repensar lo que tendría que haber sido entonces.

¿Cómo ha resuelto la especie humana el persistente problema de la opacidad y autoignorancia? De un modo similar al que ha conseguido en la realidad física: mediante la organización social del conocimiento. Constituyendo redes que son a la vez redes epistémicas y emocionales. La ciencia es una de ellas. En el espacio cercano, en los espacios íntimos, las redes familiares, comunitarias, fueron a la vez fuentes de conocimiento (heteroconocimiento) y de cuidado y compasión. La fractura de estas redes, en una sociedad cada vez más individualista y competitiva, deja en el mercado la función del conocimiento en el espejo de la mirada de los otros, y nos lleva a esta nueva industria de la soledad y el sufrimiento. El problema de esta industria no es que no solucione el sufrimiento (que puede tener o no solución, es al fin y al cabo una percepción que cartografía nuestro estado) sino que nos hunde y ancla en el estado de desgracia, en la ignorancia y aceptación pasiva de tal ignorancia, sobre las causas, condición y posibles soluciones del sufrimiento. La industria del sufrimiento no es distinta al viejo consejo cuando a uno le duelen las muelas: si se piensa intensamente en el dolor (mindfulness, llaman a esta técnica ahora) el dolor se palia. No hace falta entonces que el cuidado dental esté en manos de la seguridad social.

Fernando Broncano, Epistemología del sufrimiento, El laberinto de la identidad 29/0472018

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