El futur de les presons.



Reducir la cárcel pasaría por aumentar poco a poco las medidas alternativas, las libertades vigiladas, los programas de trabajo con vigilancia. El amplio programa de Descarcelación propone un enfoque integral que implique en el proceso de rehabilitación una acción conjunta de las instituciones públicas, las organizaciones de la sociedad civil y de los presos y sus familias.

Bajo la atmósfera actual, cualquier propuesta en este sentido levantaría alarmas emocionales, sociales y mediáticas: se pregonarían los riesgos para la armonía y el orden público y se auguraría una anarquía criminal en las calles. Pero, como explica Iñaki Rivera, el 80% de la población reclusa no ha matado, no ha violado ni ha lesionado la integridad física de nadie. “La cárcel debería reservarse a quienes hayan cometido los delitos más brutales que atenten contra la vida de las personas y contra la libertad sexual, y también a los responsables de los delitos de los mercados y los estados que llegan a zarandear economías enteras”, resume. “Esa cárcel no tendría nada que ver con la actual, sería para un 15% de los que hoy la ocupan. En lugar de prisiones vergonzosas de 1.000 o 2.000 personas, tendríamos unidades pequeñas, reducidas, de pocas decenas o algún centenar de personas: entonces sí cabrían programas de actuación que hoy no tienen sentido”.

Pero para eso urge un cambio de paradigma mental. A día de hoy, el partido que incluyera en su programa un cuestionamiento frontal del sistema penal se aseguraría un fracaso electoral rotundo. La opinión pública se ha viciado hasta rozar lo paranoide. Incluso cualquier esfuerzo por ejecutar las recomendaciones internacionales (esto es, por cumplir la ley) supondría un riesgo político casi inasumible.

Esteban Ordoñez, ¿Hay que erradicar las prisiones?, ctxt.es 01/04/2018

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