La dictadura del mercat i la llibertat artística.



La “dictadura del mercado” aconseja moderación al artista, al creador, al periodista. Si se rebela, amenaza con hambre: nadie te publicará, producirá, exhibirá; eres molesto; búscate un curro serio; te vamos a hacer un ERE, etcétera. Por supuesto, la segunda opción no existe. 

Hasta ahora fue siempre así, pero los mecanismos previstos no eran suficientes. El uso interesado del polémico delito “de odio” y la aplicación de la Ley Mordaza (Ley Orgánica 4/2015 de protección de la seguridad ciudadana) demuestran que nada es suficiente para arrebatarle a la ciudadanía su derecho fundamental a la libertad de expresión y de información. Habría que recordar a tantos liberales de pacotilla que los creadores y su público ejercen la ciudadanía manifestando discrepancia ante los discursos oficiales, las reglas del mercado o la corriente ideológica dominante, por muy molesto que esto sea. Hoy resulta necesario repetir que ninguna obra puede ser censurada –ni siquiera Mein Kampf– ninguna película destruida –ni siquiera las de Leni Riefensthal– si no queremos volver al Index del Santo Oficio y en esa hoguera, firmar la sentencia de muerte de nuestro sistema democrático. 

Cuando la propaganda mediática insiste en que vivimos en el mejor de los sistemas posibles y que no solo es inútil sino sacrílego intentar cambiarlo, cuando los gobiernos ponen en marcha leyes que controlan a sus ciudadanos con excusas infames como la amenaza del terrorismo o difusas como la posverdad o las redes sociales ¿demuestran la crisis de legitimidad del sistema?¿Cómo enfrentarnos entonces a ese gigante cuando traiciona su propia esencia? Quizá contando, cantando, escribiendo, pintando, haciendo cine y periodismo. 

Pilar Ruiz, 'The Post' y la obscenidad, ctxt 31/01/2018

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