La política i les històries.




...las ciencias sociales no pueden hacer su trabajo sin prestar atención a la dimensión narrativa −que es también afectiva− de la vida social: a todo aquello, en fin, que nos permite explicar por qué los individuos creen en algo y cómo toman sus decisiones políticas. Aunque no sólo políticas: también económicas. O, si se prefiere, económicas a fuer de políticas: en los últimos meses hemos visto cómo los recelos de la opinión pública han dado al traste con tratados de libre comercio cuya negociación llevaba años en marcha. El sentimiento antiglobalizador estimulado por los populismos de derecha e izquierda ha impuesto una retórica neosoberanista que ha hecho imposibles −o desaconsejables− los avances librecambistas. (...)


Para algunos psicólogos, esas narraciones pueden incluso funcionar como «guiones» (scripts) que nos indican cómo actuar cuando no sabemos cómo hacerlo; funcionan, de hecho, como normas sociales. España ofrece un buen ejemplo: la extendida idea que alquilar la vivienda es «tirar el dinero» desempeñó su papel durante los años del boom inmobiliario. Por supuesto, no hay manera de anticipar qué narraciones funcionarán y en qué medida, incertidumbre análoga a la que acompaña el lanzamiento de un nuevo producto al mercado: que solo el 10% de la nueva oferta sobreviva a la trituradora de la competencia dice mucho sobre la impotencia de unas empresas a menudo descritas como justamente lo contrario. (...)


... la atención a las narraciones −incluyendo aquí tanto las historias y los rumores cuyo origen no siempre puede trazarse como los relatos creados por los actores políticos para ganarse a los votantes− debe ser bienvenida, a pesar de la inevitable imprecisión de los instrumentos metodológicos que pueden emplearse para su análisis. Si la alternativa es seguir creyendo que somos maximizadores racionales de preferencias de origen endógeno, que operan en contextos socioeconómicos predecibles donde las decisiones económicas responden a la evaluación desapasionada de costes y beneficios, estaremos desarmándonos ante el formidable empuje de las narraciones y los afectos. Otra cosa es que la aceptación de su importancia se traduzca fácilmente en reformas institucionales o legales capaces de neutralizarlos: hay que admitir que no es el caso. Pero si se trata de sostener una ciencia social relevante, que suministre explicaciones no reduccionistas sobre los fenómenos políticos y económicos, no podemos mirar hacia otro lado: las historias, en más de un sentido, cuentan.


Manuel Arias Maldonado, Stories we tell, Torre de marfil. Revista de Libros 08/02/2017

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