Neurologia de la por.


Si alguien encarna en nuestro país, con su hiperactividad y ahínco, la aspiración a una tercera cultura, al saludable y desprejuiciado encuentro de las humanidades y las ciencias, ese es Francisco Mora (Granada, 1945). Doctor en Medicina y Neurociencias, catedrático de Fisiología, profesor de la Complutense de Madrid y de la Universidad de Iowa, divulgador, escritor, poeta... Mora se ha servido de su disciplina, la niña mimada de la actualidad científica, para reflexionar en su obra acerca del funcionamiento del cerebro y de la utilidad de su conocimiento para mejorar la educación o afilar mejor los placeres. Ahora, en ¿Es posible una cultura sin miedo? traza la genealogía de tan desagradable sentimiento, descubre las localizaciones cerebrales donde anida y se atreve a plantear su final.

-El miedo, escribe, brinda miserias y esplendores. Provoca sufrimiento pero también sirve de acicate. ¿Qué valoración histórica hace de esa ambivalencia?

-Sin duda negativa. El miedo ha sido utilizado, y lo sigue siendo (de modo más sutil si se quiere en estos días), como herramienta de dominio, esclavitud y control de los demás. El miedo es el azote utilizado por los hombres contra los hombres. Miedo con el que se ha amenazado la vida de los seres humanos y provocado así mucho sufrimiento. Con el miedo, utilizado por poderes tanto religiosos como políticos, “unos” han dominado y sojuzgado a los “otros” de una manera inmisericorde a lo largo de la historia.

-El miedo ha acompañado a nuestra especie pero no nos pertenece en exclusiva. Está presente también en los animales... ¿Qué le ocurre a mi perro cuando tiene miedo?

-Lo mismo que a usted salvo que no es consciente de su miedo. Ante una amenaza el animal puede reaccionar con miedo y poner en marcha una conducta de ataque, huida, o sobrecogimiento de modo inconsciente lo mismo que usted. Son los códigos de supervivencia que tiene el cerebro de todo mamífero. Pero en el hombre hay algo más. El hombre “sabe”, es “consciente”, “conoce”, gracias a su enorme y complejo cerebro, que tiene miedo y eso da lugar a lo que llamamos sentimiento. El sentimiento es la conciencia de una emoción. Ningún animal tiene sentimientos.

-Los neurocientíficos han aislado en el sistema límbico del cerebro la fuente de nuestros miedos. ¿Podrán a continuación modificar esos circuitos y eliminar el miedo de nuestras vidas?

-Sí, pienso que ello es posible aunque sea una tarea que no tenga fin porque cada ser humano es un universo nunca repetido. Cada uno de los cerebros de cada uno de los más de 7.500 millones de seres humanos que pueblan la tierra es diferente a todos los demás y se “recablea” constantemente en su interacción con lo que le rodea. De ahí que cada ser humano tenga sus propios y genuinos miedos, como son propios los procesos neuronales íntimos que son su sustrato. Pero es cierto que conociendo los mecanismos neuronales del miedo y las redes neuronales que codifican sus diferentes componentes (un mundo complejo donde los haya), es posible borrar las memorias de algunos miedos como empezamos a aprender con los miedos base del síndrome de estrés post-traumático o de la neurosis obsesivo-compulsiva.

-Filosofía, literatura y humanidades en general llevan siglos tratando el miedo pero, advierte en la introducción, cada vez con menos provecho. Y, de pronto, emergen las ciencias del cerebro dispuestas a revolucionar el panorama. ¿Las Letras ya no son tan reticentes a las explicaciones científicas?

-Sin duda que el panorama de las humanidades está cambiando. Y lo está haciendo al ritmo de cambio que imponen los nuevos conocimientos sobre el cerebro humano. Estamos entrando en una nueva cultura donde las humanidades comienzan a ser ancladas en los fundamentos cerebrales que les dan sustento. Hablamos de una nueva Neurocultura, una cultura basada en el cerebro. De una Neurofilosofía, Neuroética, Neuroeconomía, Neuroestética, Neuroeducación. Estamos dando el salto desde el pensamiento mágico, sobrenatural, al pensamiento crítico, analítico, creativo. Dando el salto desde las opiniones, orales o escritas, de cada uno como fuente de conocimiento a los conocimientos obtenidos a través del llamado método científico, sea trabajando con ideas o con moléculas. Pienso, sinceramente, quelas humanidades comienzan a abrirse a estos conocimientos.

-En la historia de la literatura, la filosofía, el arte..., ¿qué representaciones del miedo son sus preferidas, las más ajustadas?

-Siempre me han sobrecogido Los fusilamientos del 2 de Mayo, de Goya, y Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, de Gisbert. O aquello que dijo Bertrand Russell: “El miedo es la fuente principal de la superstición y una de las principales fuentes de crueldad. La superación del miedo es el origen de la sabiduría”. O Marie Curie: “Nada en la vida debe ser temido, solo comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos”.

-Una de las conclusiones más sorprendentes de la revolución de la epigenética que usted expone es que el miedo puede alterar nuestro genoma y legarse así a los descendientes. ¿Serían así los padres responsables del miedo de sus hijos?

-Estamos a las puertas de responder sólidamente a esa pregunta. Pero sí, hay experimentos muy recientes que muestran de forma clara que algunos miedos pueden ser heredados, transmitidos de padres a hijos a traves de mecanismos epigenéticos. Es algo revolucionario pues nunca antes se había demostrado, sospechado o admitido siquiera esta posibilidad. Estamos hablando de la herencia de aspectos “mentales” de los padres y que los hijos nunca antes habían experimentado personalmente. Todo ello es producido no por un cambio en la estructura química de los genes sino por las marcas químicas que se adhieren a ellos y cambian el funcionamiento del cerebro. Para mí lo más importante de estos hallazgos es su impacto en la sociología y la ética pues lleva a reconocer que los seres humanos no somos individuos aislados y biológicamente independientes sino eslabones de una larga cadena unida, tanto física como mentalmente, por la química de nuestros genes.

-Dedica un capítulo a la educación y refuta allí la afirmación de que “la letra con sangre entra”. Pero, ¿no peca la educación actual más bien de lo contrario? ¿No ha perjudicado a la enseñanza la disolución de los paradigmas de autoridad y control?

-Sin duda es el gran problema actual y algo que me hace pensar mucho. Pero lo cierto es que la letra no entra con miedo. Un niño con miedo temerá el “palo” y el “daño” pero no aprenderá los conceptos ni las ideas complejas de nuestra cultura. Una cosa es la autoridad y el respeto y otra que tal autoridad y respeto infundan “miedo”.

-Y usted. ¿Cuál son sus miedo más recurrentes?

-Ya tengo miedo a pocas cosas. Creo incluso haber superado ya el miedo a la muerte. Y si me queda algo de miedo, sincero, profundo, es el miedo “a mí mismo”, a perder la memoria de ese mí mismo. A la pérdida del sentimiento y la razón.

Daniel Arjona, entrevista con Francisco Mora: "Eliminaremos el miedo de nuestras vidas", El Cultural.es 19/06/2015

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