Futbol i treva en el dia de Nadal de 1914.

David BoyleWayne Rooney y Bobby Charlton han grabado un vídeo, la UEFA ha inaugurado un monumento en Flandes. El príncipe Guillermo ha hecho otro tanto en Staffordshire, y la British Army Football Association [Asociación de Fútbol del Ejército británico] – que no es un organismo con el que  me haya topado yo antes de ahora – se prepara para jugar la semana que viene contra un equipo de la Bundeswehr (el ejército alemán) en Aldershot. Sí, es hora de conmemorar los famosos partidos de fútbol en el Frente Occidental durante la tregua de Navidad de 1914.

No está demasiado clara cuál es la mejor manera de celebrar el centenario de algo tan informal y espontáneo. No es cosa de mandar a la Reina y enviar bandas de música. Un partido de fútbol parece una idea tan buena como cualquier otra. 

Hubo muchos partidos, aunque curiosamente de la mayoría se recuerda que acabaron 3-1 a a favor de los alemanes. Pero una de las peculiaridades de la tregua de Navidad es que ponemos los ojos demasiado húmedos como para tomarla realmente en serio como historia. 

Es cierto que en aquel entonces la gente describió la tregua como algo mágico, de ensueño, y la espontánea amistad en medio de la escarcha y la nieve tiene en sí algo de mágico. Es verdad que hasta quienes participaron en ella se preguntaron si podría continuar para siempre.     

Pero lo que la tregua no fue  -al menos en las líneas británicas o alemanas – fue política o pacifista, a diferencia de manifestaciones posteriores semejantes en el frente francés o ruso a lo largo de la guerra. Tampoco fue universal: algunos (como el joven Hitler) se negaron a participar, algunos llegaron incluso a disparar al enemigo conforme salía de las trincheras. Ocho soldados británicos murieron durante la tregua del día de Navidad.

Si vamos a tonarnos en serio este acontecimiento – tal como deberíamos – tenemos que encarar algunos de los misterios e incomodidades en torno a ella.

Para empezar, ¿nos habríamos mostrado tan entusiastas con la tregua si se hubiera producido en las playas de Dover en la Navidad de 1940 con los invasores nazis? Los alemanes acusaron a los británicos en 1914 de no tomarse la Guerra en serio; de comprometerse en algo que no les concernía. Quizás había suficiente verdad en eso como para que pudiera darse la tregua.  

Hubo otras treguas en 1915 y posteriormente – y siempre hubo ejemplos caballerosos de “vive y deja vivir” en la historia militar –, pero 1914 fue antes del gas venenoso, del Lusitania [transatlántico hundido por submarinos alemanes en el Canal de la Mancha], de la enfermera [británica] Edith Cavell [fusilada por los alemanes en Bélgica] y los demás hechos que agriaron al bando aliado e hicieron más difícil el fútbol en las trincheras.

Luego estaban los civiles belgas, que escupían a las tropas británicas por confraternizar con los invasores. ¿Hizo la tregua que se fuera de rositas el alto mando alemán por las atrocidades cometidas contra civiles en Bélgica?   

Por supuesto, no se trataba de una confraternización con Moltke, jefe del estado Mayor alemán, o el Káiser mismo sino con soldados corrientes, lo que fue posible debido a que muchos de ellos en el lado alemán habían trabajado en Gran Bretaña antes de la guerra y hablaban inglés.

Estamos acostumbrados a ver la I Guerra Mundial a través de los ojos de los poetas del conflicto y de Oh What a Lovely War, [musical antibelicista de los años 60 sobre la guerra] y es difícil contemplar 1914 – cuando la guerra de trincheras era nueva, antes del Somme o de Passchendaele–  como lo que entonces parecía.

Por último, el misterio. Pues para franceses y alemanes, todavía quedan revelaciones: un historiador francés escribió recientemente acerca de la tregua con el título de  El último tabú. Hay tantos relatos de primera mano en el Reino Unido que los partidos de fútbol parecen una historia sincera. No del todo. Todavía hay discrepancias acerca de quiénes instigaron los muchos alto el fuego minúsculos (fueron primordialmente los alemanes, aunque los británicos fueron los principales instigadores de los partidos de fútbol). 

Pero, ¿qué pasó con los oficiales? El comandante en jefe británico, Sir John French, escribió en su autobiografía que llamó a capítulo a sus oficiales y “tuvo muchos problemas como consecuencia de ello”. Han desaparecido casi todas las pruebas de esos problemas, pero es una pista respecto a lo que verdaderamente aconteció. Parece probable que la mayoría de los oficiales de los batallones del frente acogieran la tregua como una oportunidad no sólo de enterrar a los muertos sino de reparar las trincheras en medio de un tiempo espantoso.

Quizás el descubrimiento de cuántos oficiales de alta graduación habían animado a la confraternización fuese el problema al que se referían los franceses. Quizás fuera eso lo que asustaba a los jefazos. Hoy es difícil saberlo hoy. Lo que está claro es que pocos de ellos, si es que hubo alguno, esperaban que los diversos alto el fuego durasen hasta Año Nuevo o que implicaran tanto fútbol. O que la sensación de paz que se produjo en Navidad como consecuencia, y el entierro conjunto de los muertos, cambiara las vidas e inspirase a tantos de los que lo vivieron.

Así que buena suerte a la Army Football Association. Espero que esta vez alguien traiga un balón de fútbol que se pueda usar.

David Boyle, 1914: Mito y verdad de la tregua navideña en las trincheras, Sin Permiso, 21/12/2014

David Boyle (1958), periodista y escritor sobre muy diversas temas de economía e historia, es miembro de la New Economics Foundation y autor de un libro sobre la tregua navideña de 1914, Peace on Earth: The Christmas Truce of 1914.

Traducción : Lucas Antón

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