Conèixer no és copiar. Conèixer és actuar.

Si soy el Dios de la selección natural tengo ciertas restricciones para crear. Solo puedo hacerlo con una serie de recursos limitados, con lo que hay. Si quiero construir un sistema perceptivo eficaz para sobrevivir tengo que tener en cuenta que hacer algo que tenga una percepción absolutamente real y perfecta del mundo externo puede ser muy costoso. Pensemos que el organismo en el que trabajo tiene que cruzar una carretera con un tráfico muy fluido. Mi objetivo es que no le atropelle ningún vehículo. Supongamos que construyo un sistema de “videocámaras computerizadas” que reconozcan todas las formas, colores, movimientos… absolutamente toda la información que la tecnología biológica disponible pueda captar. Después, mediante un potente computador, hago que toda esa información sea procesada de modo que mi organismo se haga un mapa mental, una re-presentación absolutamente idéntica a ese mundo real que percibe mediante sus videocámaras. Efectivamente, cuando lo pongo en funcionamiento, mi organismo cruza la carretera sin problemas, evitando todo peligro. Pero, ¿he sido eficiente en mi labor de ingeniero? Evidentemente, no.

¿Cómo podría obtener los mismos resultados a mucho menor coste? De primeras, no necesito toda la información, no necesito construir un mapa total de la realidad en la mente del ser vivo. Solo me hace falta la información relevante para la tarea a realizar. Y de segundas, ¿por qué representar de nuevo la realidad en esa mente? ¿Para qué me vale duplicar la información que ya está ahí fuera? Eso es muy costoso. ¿No podríamos hacer lo mismo sin la necesidad de representación? Seguro que hay forma.

Pensemos en los murciélagos. Casi ciegos, su forma de percibir la realidad es mediante la ecolocalización. El murciélago calcula la posición de un objeto lanzando un sonido hacia él. Según el tiempo que el sonido tarde en volver sabe si está cerca o lejos. ¿Percibe el murciélago algo de información del objeto que pretende localizar? No, lo único que recibe es el rebote de un sonido que él mismo ha emitido. La ecolocalización sería un sistema muchísimo más barato que el de “videocámaras computerizadas” y no requiere de ningún tipo de representación: ¿qué mapa mental va a hacer el murciélago de un objeto del que no tiene información alguna? A lo sumo puede tener un “esquema de indicadores” que le permita hacer un extraño “mapa de distancias sonoras” para recordar el lugar de cada objeto en un entorno complejo. El murciélago no percibe la realidad pero puede moverse en ella con suma eficiencia.

Tenemos que comprender nuestra relación con el mundo de un modo completamente diferente. Sigamos con las metáforas automovilísticas. Pensemos ahora en que circulamos con nuestro coche por la ciudad. Con la finalidad de no tener accidentes existe un sencillo código de señales viales que nos guía en la conducción. Llegamos a un cruce regido por un semáforo. El código es trivial: verde pasas, rojo paras. Supongamos que nuestro sistema perceptivo es absolutamente ciego a todo menos a las luces del semáforo. Aún así, atravesaría el cruce sin ningún percance y ¡con una economía de medios asombrosa! ¡Solo dos bits! Al igual que el murciélago, puede operar bien en la realidad sin percibirla en absoluto. ¿Qué tiene que ver el verde o el rojo del semáforo con la realidad de un cruce lleno de automóviles? El color de la luz no tiene similitud alguna con lo que pretende representar. Ninguna conexión entre la “imagen mental” y la referencia real.

Un último ejemplo: un sujeto sufre una extraña enfermedad de nacimiento que deja inútil todo su aparato perceptivo menos los receptores nerviosos del dolor. Es sordo, mudo, ciego, etc. Solo capta cuando alguien le hace daño. Cogemos una aguja, se la clavamos en el dedo y siente dolor. ¿Tiene algo que ver la sensación de dolor con alguna característica de la aguja? ¿Nos transmite el dolor algo de su color, textura, dimensiones…? No, en la sensación de dolor no hay relación entre referencia y significado. Nuestro pobre enfermo viviría en un horrible mundo en el que únicamente habría sufrimiento y, quizá, podría aprender de alguna forma a evitar ciertos dolores, es decir, vive en un mundo totalmente irreal pero quizá podría moverse con cierta eficacia en él.

Que la selección natural sea un proceso que busca la economía de medios nos lleva a concluir que el diseño de aparatos perceptivos no ha seguido la línea de crear sistemas “realistas” debido a su elevado coste, sino más bien algo más parecido a los antes descritos. Lo que nos lleva inevitablemente a sospechar de la realidad: ¿Y si todo lo que yo creo que es real tal y como lo percibo no es únicamente un conjunto de “señales”o “esquemas de indicadores” que me sirven para sobrevivir? Colores, formas, dimensiones, incluso el espacio y el tiempo… podrían no existir realmente. Nuestra realidad podría ser únicamente una ficción útil.
En este momento los malvados constructivistas se frotan las manos. La realidad es una construcción del sujeto. Ese conjunto de señales e indicadores son creadas por el individuo ansioso de sobrevivir, un individuo solipsista, cuya realidad es solo un reflejo de lo que él mismo crea. Mal, error grave. Aunque no exista semejanza entre el mundo “real” y las señales que pudiéramos percibir, dichas señales no son arbitrarias ni proceden enteramente del sujeto. El enfermo que sufre dolor no crea sin más ese dolor. El dolor es el indicador de que está siendo pinchado por una aguja real. Por lo tanto, nuestra percepción de la realidad es una construcción sí, pero una construcción en la que la realidad interviene. Cabría hablar de una relación, una dialéctica o incluso, pedanteando un rato, de co-emergencia o sinergia entre sujeto y objeto.


Lo que sí que hay que abandonar es la visión realista en el sentido de pensar que el conocimiento consiste en que en nuestra mente albergue una copia, cuanto más exacta mejor, del mundo que existe ahí fuera, como si el mundo se mirara en un espejo. No, nuestra mente no está diseñada para conocer la realidad, sino para moverse con eficacia dentro de ella. Hay que romper con la teoría representacionista del conocimiento, hay que romper el espejo. Conocer no es copiar o reflejar, conocer es actuar, es ser más apto.

Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, Rompiendo el espejo, La Máquina de Von Neumann, 20/03/2014

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