La primatologia i les xarxes socials.

Los hombres del Paleolítico inferior inventaron las redes sociales muchos miles de años antes de que a Mark Zuckerberg, creador de Facebook, se le ocurrieran. Los primates somos unos animales muy gregarios y sociables. Compartimos comida, cazamos juntos y cuidamos de forma colectiva a enfermos, niños y ancianos.

Para los primates, la red de alianzas y contactos que poseemos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Por esta razón, dedicamos una gran parte de nuestra vida a relacionarnos. En el Paleolítico, las interacciones se producían alrededor del fuego o allí donde se fabricaban las herramientas. O quizás en el río o la parte central del poblado, todos ellos lugares de encuentro y de proximidad física que facilitan el flujo de la información.

En chimpancés, sabemos que el número de alianzas que tiene un individuo correlaciona positivamente con su éxito social. Por esta razón se esmeran a la hora de cuidar las relaciones y dedican largas sesiones a acicalarse los unos a los otros. Los humanos hemos reservado el tacto para las relaciones más íntimas. En la arena pública empleamos el lenguaje. Gracias a las palabras, podemos cuidar los contactos con varias personas a la vez y la información que transmitimos es más precisa.

Aplicaciones como Facebook, Twitter o LinkedIn, aumentan nuestra eficacia aún más a la hora de mantener actualizadas las alianzas con aquellos miembros que sentimos más cercanos o que nos interesan por una u otra razón. Nos proporcionan información sobre la personalidad de las personas cercanas, sus intereses, actividades y a la vez nos facilitan mantener el contacto.

Este tipo de software también abre la posibilidad a nuevos contactos fuera de la 'tribu', como lo hacían las verbenas y romerías de pueblo hasta hace bien poco, a las cuales asistían muchachos y muchachas de pueblos cercanos.




Vídeo: Las 'redes sociales' de los chimpancés

En los orígenes del hombre, las interacciones se restringían al grupo de nacimiento u otros limítrofes, donde uno estaba predestinado a nacer y morir. Pero para el género 'Homo' no fue suficiente. Existen evidencias de que hace 100.000 años comenzamos a interactuar con grupos que estaban a cientos de kilómetros de distancia. Por ejemplo, se han encontrado conchas perforadas con una antigüedad de 80.000 años a 500 km del lugar donde se fabricaron.

Esto quiere decir que se intercambiaron recursos de todo tipo: materiales, herramientas e información, etc. Pero además, se compartieron técnicas muy valiosos para la supervivencia: cómo construir cabañas más sólidas, qué plantas tenían efectos curativos, cómo fabricar utensilios más eficaces y un largo etcétera. Al igual que en aquellas primeras interacciones, en las redes sociales tecnológicas actuales, podemos contactar con personas lejanas y adquirir conocimientos que no poseemos.

Puede que muchos de los contenidos que aparecen en internet nos parezcan irrelevantes, pero con un simple click tenemos acceso a vídeos que enseñan desde cómo reparar un ordenador uno mismo a cómo tener una huerta en la azotea. El mismo fin y afán de conocimiento tenían aquellas primeras expediciones de los humanos.

Rumores, amenazas e insultos

Casi todos los inventos humanos también tienen un uso oscuro. En las últimas semanas, he recibido varias amenazas e insultos a través de Twitter y Facebook, por haber comparado a los humanos con otros primates, una dinámica en la que se basa mi profesión. Tanto en el Paleolítico como en la actualidad, las redes han servido para obtener y manipular la información sobre las personas. Esta tendencia es común a cualquier organización humana, ya que nuestra supervivencia y éxito dependen en gran parte del prestigio.

La reputación de los humanos es muy sensible a los rumores que corren por la red como la pólvora. Este efecto vírico de la información se puede utilizar con buenas o malas intenciones. Podemos movilizar a millones de personas por una buena causa, generar héroes en un día o crear falsas creencias, como ocurrió con la leyenda del encuentro de Ricky Martin con una chica y su perro.

Las nuevas tecnologías han facilitado la necesidad de relacionarnos que todos poseemos, lo cual nos ayuda a adaptarnos mejor. Una necesidad que forma parte de nuestras motivaciones más profundas desde hace cientos de miles de años y ha jugado un papel fundamental en la historia evolutiva de nuestra especie.

El software y hardware han mejorado nuestra capacidad de gestionar relaciones antiguas y generar otras nuevas, como ya sucedió en una ocasión hace más de 100.000 años. Los humanos de entonces y los de ahora, al igual que el resto de los primates, sabemos que cada vez que una nueva persona se cruza en nuestras vidas, se abren infinitas posibilidades y caminos...

Pablo Herreros, El Facebook de los simios, Yo, mono, 16/03/2013

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