"Mourinho ha conseguido amargarme hasta las victorias".

Hace ya muchos meses escribí aquí un artículo, "El triste lo contamina todo", referido a Mourinho. Me costó un aluvión de reproches de madridistas -me temo- "advenedizos" o fanatizados, que desconocen la trayectoria del club o que lo apoyarían aunque a su frente estuviera Himmler redivivo. En todos los equipos hay gente así: yo me preguntaba cómo amigos míos del Atleti no se daban de baja mientras lo gobernaba Gil y Gil; cómo otros del Barça no desertaban, sólo fuera transitoriamente, con Gaspart de Presidente o Van Gaal de entrenador. Es difícil, casi imposible, ya lo advirtió Vázquez Montalbán: la única fidelidad segura, de la infancia a la tumba, es la futbolera. Escribo esto cuando ya sólo falta el último de los cuatro Barça-Madrid encadenados, del que no espero nada. Porque lo que no puede ser es que el propio equipo dé vergüenza, en el campo y fuera de él: se le toleran el juego pobre y el escaso acierto, los entrenadores rácanos como Capello o Juande Ramos, aun los Presidentes delincuentes, porque éstos, al fin y al cabo, quedan lejos de la hierba y del vestuario. Pero no un entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre, un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones, nada inteligente, mal ganador y mal perdedor, y que, como dijo Di Stéfano, hace que el Madrid juegue "como un ratón" mientras el Barça juega "como un león". El Madrid no ha sido nunca sino el mayor león. Como tal ha de morir, si es eso lo que le toca ahora. Mourinho ha logrado amargarme hasta las victorias: en la Final de Copa (no se olvide, un trofeo al alcance del Mallorca o el Getafe), me alegré durante treinta segundos del gol de Cristiano -la costumbre de toda una vida-. A continuación pensé: "Pero si esto acaba así, nos toca Mourinho para rato", y el contento se me evaporó. No creo que lo logre, pero, si él se prolonga aquí, tendré que probar a hacerme provisionalmente de otro equipo. Dudo entre el Athlétic de Bilbao, la Real Sociedad y -lo inimaginable- el Atlético de Madrid. Quién me iba a decir que a mi edad tendría que plantearme tan antinatural posibilidad, por culpa del catoliquísimo ídolo de Esperanza Aguirre. No, si Dios los cría y ellos se juntan, debería haberme acordado.

Javier Marías, Un chamán de feria, El País semanal, 15/05/2011
http://www.elpais.com/articulo/portada/chaman/feria/elpepusoceps/20110515elpepspor_16/Tes

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