Contra el "tot s´hi val".

A quienes afirman que, en esencia, no hay más que un método científico, a veces se les acusa de caer en una variante cientificista del “pensamiento único”, que es la equívoca manera en que se suele aludir al discurso dominante. Equívoca porque, en puridad, la expresión “pensamiento único” es un mero pleonasmo: el pensamiento, literalmente entendido como la potencia y el acto de pensar, como la herramienta y la tarea cognoscitiva de los seres racionales, es básicamente único.

Por eso, cuando su objeto está bien definido y claramente delimitado, el resultado del pensamiento también es único: solo hay una física, plenamente aceptada por todos los científicos del mundo, por más que los especialistas puedan discutir sobre determinadas cuestiones cosmológicas aún por dilucidar o sobre las implicaciones filosóficas de la mecánica cuántica; y aunque se suele hablar de distintas geometrías en apariencia incompatibles (la euclidiana y las no euclidianas), no son más que ramas divergentes, pero de ningún modo contradictorias sino complementarias, de un mismo tronco matemático.En terrenos más imprecisos (por ser menos accesibles a la observación directa y sistemática) que las disciplinas científicas propiamente dichas, es lógico y deseable que haya distintas escuelas y teorías; pero la forma correcta de razonar sigue siendo una y la misma para todos, por más que se empeñen posmodernos, “nuevos filósofos” y relativistas de toda índole en romper la unidad (en el doble sentido de unión y unicidad) del pensamiento.

No se le puede negar al relativismo cultural el mérito de haber impugnado el eurocentrismo que durante siglos ha dominado la cultura occidental. Y las críticas posmodernas a los discursos supuestamente totalizadores, que pretenden ofrecer una visión completa del mundo en función de una única teoría, fueron y siguen siendo necesarias. Pero algunos relativistas y posmodernos, en su desmedido –y a menudo tendencioso– afán de renovación y limpieza, han tirado al bebé junto con el agua de la bañera.

Mediante una tramposa metonimia, algunos confunden –o quieren hacernos confundir– la deseable multiplicidad de ideas con un desestructurado pensamiento “múltiple” para el que todo vale y nada tiene valor; para el que incluso la física y las matemáticas (por increíble que parezca hay relativistas que lo sostienen) serían creaciones contingentes, arbitrarias convenciones de una cultura específica.

Carlo Frabetti, El único pensamiento, Público, 27/03/2011

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