L´actualitat i el futur de la informació.


Hoy disponemos de decenas de cadenas de televisión; miles de portales de internet y decenas de miles de blogs, pero estamos peor informados que hace 30 años: más desinformados y por ello más manipulables.

Pero masa no quiere decir calidad. Al contrario: se han multiplicado, pero también empobrecido los contenidos. La mayor parte de los textos e imágenes que nos sirven –gratis– en todo tipo de pantallas ni aportan nada ni son fiables. Constituyen una cacofonía insulsa de mensajes caóticos y banales.

Antes las empresas informativas de referencia servían información-interpretación jerarquizada por periodistas serios, bien pagados y relativamente independientes.

Están amenazados por la separación de publicidad y contenidos. Sobre esa unión se fundó la prensa de calidad, pero hoy la gente ya no mira anuncios, sino que busca lo que quiere comprar directamente en internet y, por eso, la publicidad, que antes financiaba la información rigurosa, ya no se invierte en los grandes medios de referencia. Los diarios serios son más necesarios que nunca, pero han dejado de ser rentables.

Esa degradación es la tónica dominante en EE.UU., donde me doctoré en Princeton, y en Alemania, cuyo Ministerio de Economía ayudé a reestructurar. Y en todo el mundo.

Los periodistas están siendo sustituidos por una nueva ola de meros gestores de contenidos, aleccionados para limitarse a obtener más clics en las noticias. Ya no deben interpretar y jerarquizar contenidos por importancia o interés, sino sólo por su audiencia inmediata. De esa forma nos desinforman.

No es sólo un problema corporativo de los periodistas. El hundimiento de la información se inscribe en la regresión de la historia: el capitalismo total nos hace retroceder a un neofeudalismo, que concentra el poder y el dinero en pocas manos y condena al resto a la desinformación, la deseducación y, a la larga, la servidumbre y la pobreza.

(…) Pronto verá cómo, una vez liquidados o reducidos a la banalidad más o menos rentable los medios privados de calidad, las empresas informativas públicas serán tachadas de ineficientes y obsoletas.


Algunos medios sobreviven al vender su independencia a un partidismo político cada vez más descarado a cambio de subvenciones y concesiones. A su vez esos políticos sirven a los nuevos señores feudales de la banca y la empresa, que no necesitan ganar elecciones para mandar.

… el lector desinformado acaba por conformarse con los contenidos más superficiales.


Max Otte, "Tenemos más desinformación que nunca, ¡y gratis!", entrevista de Lluís Amiguet, La Contra. La Vanguardia, 09/01/2011

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