Polítiques immigratòries i apartheid global.

El régimen fronterizo de la UE discrimina a la gente sobre la base de su procedencia. Si se analiza la lista de países a cuyos ciudadanos se les exige un visado para entrar en la UE, y que con frecuencia no consiguen, sorprende ver que en ella aparece un número significativamente alto de países musulmanes y/o en vías de desarrollo. Así, de manera implícita, existe una fuerte inclinación hacia el filtraje en función de la religión y del nivel de riqueza del forastero. La existencia de esta lista conlleva que ciertos inmigrantes sean arrojados al saco de la irregularidad y sean vistos como una carga a repartir entre los Estados miembros de la UE. No obstante, ser irregular o ser una carga no son rasgos innatos de nadie. Son los Gobiernos quienes definen y construyen estas categorías. El estrangulamiento de las vías de entrada a la UE genera un círculo vicioso entre el incremento artificial de los irregulares y el incremento del pánico moral entre la población. De dicho círculo se nutren los políticos populistas a la caza de votos y, en esta tesitura, el clima antiinmigración se extiende por toda Europa. Así lo atestiguan la creciente popularidad de la extrema derecha ultranacionalista y la coincidente retórica discriminatoria con respecto a los inmigrantes en general, y a los musulmanes en particular, que recorre países como Holanda, Suecia, Bélgica, Dinamarca e Italia, o, por otra parte, prácticas como la deportación de gitanos rumanos en Francia.

Asimismo, a nivel global, desde 2005 el blindaje frente a la inmigración ha pasado a ser una estrategia copiada por otras potencias occidentales, a menudo conectada de forma sospechosa con la retórica de la guerra contra el terror. Se han levantado nuevos muros entre, por ejemplo, Estados Unidos y México, e Israel y Palestina. Pero la estrategia de fortificación frente a ciertas categorías de inmigrantes es moralmente errónea, puesto que discrimina en función del lugar de nacimiento, y no de las aptitudes y competencias que se poseen. Además, la estrategia ha demostrado ser ineficaz, ya que el número de cruces ilegales no ha disminuido, sino que ha aumentado. (...)

 Cada vez más, el régimen fronterizo de la UE combina la liberalización de la movilidad laboral para los ciudadanos de la Unión en las fronteras interiores con la selección estratégica de inmigrantes de fuera de la UE, dando la bienvenida preferiblemente solo a los que añaden valor económico. Así, más que a la tan cacareada metáfora de la fortaleza, la UE empieza a parecerse a una gated community. Es decir, adopta el perfil de una comunidad cerrada, un complejo residencial en el cual, impulsados por el miedo al crimen y la percepción de una potencial pérdida de bienestar e identidad cultural, los acaudalados se atrincheran, separándose del resto de la sociedad. De este modo, la UE no ayuda a reducir las diferencias de desarrollo, sino que las incrementa. De igual forma, aviva lo que ella misma ha definido como un problema, la inmigración ilegal, y cimienta un régimen de apartheid global.

Henk van Houtum y Xavier Ferrer-Gallardo , Las vallas fronterizas de la UE, El País, 12/10/2010
http://www.elpais.com/articulo/opinion/vallas/fronterizas/UE/elpepiopi/20101012elpepiopi_11/Tes?print=1

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