El llenguatge, la tecnologia i les revolucions.


Diseñamos objetos, los objetos son palabras y cuando triunfa una palabra nueva, se renueva todo el lenguaje. Existe la selección natural de la selección cultural. La tecnología, por ejemplo, tiene su lenguaje y hay palabras en desuso (extinguidas) cuyo significado tendemos a olvidar. Hace pocas semanas, paseando por un museo de tecnología, me detuve frente a una de las primeras bicicletas de la historia. ¡Qué incómodo artefacto! No es extraño que la selección natural castigara el diseño sin contemplaciones, pero ¿cómo se explica la grotesca desproporción entre la gran rueda delantera y la pequeña rueda trasera? El guía se encogió de hombros: "Es una cuestión estética, sencillamente les dio por ahí". Me entretuve preguntando a los visitantes y, en efecto, eso es lo que casi todo el mundo cree, como si los antiguos fueran conscientes de su condición de tales y diseñaran en consecuencia. Inaceptable. La bicicleta fue en su día una palabra nueva del lenguaje de la locomoción, pero por aquel entonces faltaban aún ciertos menudillos ortográficos como la cadena de bicicleta o los piñones de distinto diámetro. Sin ellos, el nuevo lenguaje naufraga en su propio arcaísmo. En efecto, una vuelta completa de un pedal solidario al centro de la rueda significa un avance igual a pi veces el diámetro de aquella. Así que a mayor diámetro de la rueda motriz, mayor avance. La rueda trasera era pequeña solo para no cargar el artefacto con un peso excesivo... Ahora sí.
La revolución de un lenguaje liquida una era e inaugura otra nueva. ¿Qué tienen en común tales revoluciones? Pues que raramente lo parecen. El lenguaje digital jubila explosivamente al analógico, pero, en general, el lenguaje revolucionario arranca imitando al lenguaje obsoleto.
Los primeros automóviles eran carruajes sin caballos. Todavía se conservaba el pescante elevado para mirar por encima de los inexistentes animales, incluso se preveía un generoso espacio para engancharlos, usaban ruedas de carro con llantas metálicas... La palabra nueva, en este caso el motor de explosión, no cambia instantáneamente el lenguaje del rodar por esos caminos. La primera motocicleta fue una bicicleta con un motor adosado como quien adosa una maleta. El primer cine fue teatro filmado: la cámara a modo de un espectador clavado en una butaca contemplando actores que entran y salen de un escenario inmóvil. Al cine le tomó décadas encontrar su propio lenguaje.

Jorge Wagensberg, Sin novedad desde el Renacimiento, El País, 07/10/2010
http://www.elpais.com/articulo/opinion/novedad/Renacimiento/elpepiopi/20101007elpepiopi_12/Tes?print=1

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Percepció i selecció natural 2.

Gonçal, un cafè sisplau

"¡¡¡Tilonorrinco!!! ¡¡¡Espiditrompa!!!"