Física hobbesiana: cos i moviment.

Hobbes no lleva a cabo una duda sistemática de lo real, como Descartes al principio de las Meditaciones metafísicas, sino un procedimiento que va a permitirle distinguir qué es lo que depende de nosotros y qué es lo que depende de lo real fuera de nosotros. Aquello que subsiste fuera de nosotros e independientemente de nosotros es el cuerpo. Ahora bien, este cuerpo, que es la única cosa que subsiste, sería un cuerpo inerte e impotente si no hubiera unos accidentes que lo determinan a actuar sobre otros cuerpos. Estos accidentes se reducen a un único accidente real: el movimiento. El movimiento es por tanto el accidente universal, aquel que nos debe permitir exponer las leyes no solamente de la física, sino igualmente las de la fisiología, las de la ética, y las de la política. Ahí es donde se juega uno de los aspectos más fundamentales del pensamiento de Hobbes: un materialismo integral. Esto quiere decir que, no solamente los efectos de los cuerpos unos sobre otros, sino la lógica de los comportamientos humanos y la fundación del Estado, deben ser explicados en principio en términos de cuerpos en movimiento. Esta tesis será motivo de escándalo, porque vuelve a cuestionar cualquier substancialidad, e incluso cualquier realidad del alma (reducida a los cuerpos más sutiles y móviles). Descartes y los cartesianos, Cudworth y los neoplátonicos de Cambridge, no pararán hasta demostrar el carácter reductor de esta doctrina en términos metafísicos y su peligro en términos morales. Sólo entre los materialistas franceses del siglo XVIII (D’Holbach, Diderot, et alii) la audacia de Hobbes se apreciará en su justa medida. Pero entre tanto el materialismo habrá cambiado de sentido:(2) se habrá pasado de un materialismo de la necesidad (en Hobbes y D’Holbach) a un materialismo aleatorio (en Diderot, heredero de Epicuro).

La cuestión principal consiste en saber si, independientemente de su posteridad, Hobbes siguió o no él mismo los principios materialistas que instituyó como fundamento de su filosofía. Desde este punto de vista, podrá dárseles todas las vueltas que se quiera a las cosas, pero el temor a la muerte y el deseo de gloria, que son las pasiones dominantes del hombre, no pueden explicarse por el simple entrechocar de los cuerpos. Por eso debemos decir que el materialismo de Hobbes sólo tiene una influencia universal en todos los planos de su filosofía cuando se lo considera en su función crítica: crítica lógica, contra las ficciones de la metafísica aristotélica, crítica fisiológica, contra la substancialización del alma, crítica del temor de las fuerzas sobrenaturales, contra una concepción mágica de la naturaleza, crítica teológico-política, contra el poder espiritual. Ahora bien, esta dimensión crítica del materialismo tiene una considerable importancia: desde el siglo XVIII hasta nuestros días muchos pensadores son herederos de Hobbes sin saberlo.

La física de Hobbes es por lo tanto una física de los cuerpos en movimiento. El movimiento es considerado la única causa universal, todos los efectos deben poder reducirse a él. La física va a consistir por tanto en una teoría de la producción causal de los efectos. Mediante esta teoría de la causalidad Hobbes establece su propio principio de razón. La causa suficiente, es en efecto para Hobbes la causa necesaria, aquella que produce necesariamente su efecto. Si no lo produjese es que sería insuficiente. A esta doctrina pre-leibniziana de la causa plena y del efecto completo está ligado el concepto de la causa sine qua non. Ésta es el accidente sin el cual un efecto no puede ser producido. Vemos por tanto cómo la convertibilidad entre el principio de razón suficiente y el principio de razón necesaria está ya presente en el fundamento de la física hobbesiana. Esta convertibilidad es la que será duramente criticada por Leibniz en anexo a su Teodicea. Pero vemos también cómo el lenguaje de la dinámica aparece ya prefigurado en Hobbes, en particular en las nociones de conatus y de impetus. La física hobbesiana es un laboratorio considerable, en el que algunos, como Leibniz primero, y después Diderot en otro sentido, encontrarán intuiciones para sus propias ideas.

Ives Charles Zarck. Sentido y apuesta del "De Corpore", prólogo de El cuerpo de Thomas Hobbes, Pre-Textos, Valencia 2010

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