Mercadocracia.

Vivimos estos días con la información monopolizada por este ente abstracto llamado mercados, como si, a estas alturas de la historia, la suerte de nuestras sociedades dependiera de unos extraños intérpretes del oráculo de los dioses. Los mercados atacan, los mercados condenan, los mercados designan, los mercados redimen. Desde luego un test para decidir nuestro nivel de civilización daría altamente negativo. Todos pendientes de una autoridad sin rostro: la mercadocracia.
En realidad, el mito de los mercados es la manera de salvar la responsabilidad de cada cual. Si la última palabra está en manos de un ente que se presenta como la suma de miles de decisiones de origen diverso nadie es responsable. Y, sin embargo, por mucho que se escondan, los actores de los mercados están por aquí, con grandes edificios corporativos que les identifican, tienen nombres y apellidos y, algunos de ellos, ejercen influencia determinante. ¿O no son actores de los mercados, por ejemplo, nuestros bancos y nuestras cajas? Parapetados detrás de los mercados todos eluden sus responsabilidades, que son bien concretas, por mucho que se trata de esconderlas. Ya está bien de poner los huevos en un lado y cacarear en otro. Ponen los huevos en los mercados y cacarean pidiendo la reforma laboral como mágica solución de todos los males. Es lo que hace, por ejemplo, el gobernador del Banco de España, en vez de predicar con el ejemplo, con sensatez y prudencia. Esta crisis viene acompañada de un terrible mensaje moral. Los que no cumplen ganan, los que cumplen tienen premio. Los bancos y los países que se arruinen serán rescatados. Los que han cumplido sus obligaciones tendrán que pagar por ellos. ¿No es esta una forma de incentivar la irresponsabilidad?

Josep Ramoneda, La gallina y el cacareo, El País, 06/05/2010
http://www.elpais.com/articulo/espana/gallina/cacareo/elpepiesp/20100506elpepinac_8/Tes?print=1



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