"Morir como Dios manda".

Hay que morir como Dios manda, como exige la religión mayoritaria de la época: de estrés, de infarto o metástasis cancerígena, de sobredosis de trabajo, practicando deportes de riesgo o en la carretera. En otras palabras, no de la lentitud propia de la vida, del alcohol o el humo, mucho menos de la melancolía que produce el pensamiento.
Nada, en suma, de muerte natural. Mejor una eutanasia que, con la velocidad química que inyecta en el cuerpo, está a las puertas como una oferta más para mantener la moralina incuestionable del control social. El mismo Estado-mercado que nos ha envenenado, nos castiga ahora por estar enganchados. Es lo que decía con cierta gracia un empresario hace dos años, hablando con entusiasmo de la "guerra" de Irak: es necesario crear un problema para poder crear una solución al problema. De esta manera, el círculo del poder social sigue hasta el infinito. Esta es la religión que, como sabía Lacan, al final siempre triunfa.

Ignacio Castro Rey, Votos de riqueza, A. Machado Libros, Madrid 2007

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